No es un tema nuevo ni exclusivo de nadie, pero si afecta a muchos de los que por un motivo u otro, tuvimos que marchar del lugar donde nacimos para buscar una vida mejor. En mi caso no fue voluntariamente, pues en el momento de abandonar Granada para recalar en Barcelona, apenas contaba con cinco añitos y medio. Mis padres tomaron la decisión con bastantes dudas y mucho temor a lo desconocido, pero llenos de esperanza para poder dar a sus siete hijos las comodidades de las que ellos carecieron. Su cuna era muy humilde y el cambio era radical, lo que no facilitó mucho la iniciativa en un principio, aunque supieron adaptarse pese al recuerdo constante de lo que dejaron atrás.
Personalmente me siento granadino pese a llevar prácticamente toda mi vida en Cataluña, pero otra cuestión es como me ven el resto de personas con las que convivo. Para mis paisanos soy “el catalán”, incluso a veces tengo la sensación que lo dicen en tono despectivo. Como si fuera malo ser catalán y en Andalucía o en Granada no existiera ningún pecado capital. Impresentables e indeseables los hay por todos lados, incluso mas cerca de lo que en ocasiones somos capaces de percibir. Y en Cataluña, algunos también te miran por encima del hombro con recelo.
Uno es de donde se siente pero también es agradecido con la tierra que le acoge, sobre todo por que sabe mirar mas allá del comportamiento vergonzoso o despectivo de una minoría, que aunque exista, no se debe convertir en pensamiento constante y único de nuestras vidas. Hay que mirar lo bueno de las gentes y los catalanes, por lo general, son gente abierta y acogedora. Tienen un carácter distinto al nuestro, pero ni mejor ni peor, diferente.
Yo también soy catalán, mis hijas nacieron en maternidad, al ladito del Nou Camp y cuando escucho algún improperio injustificado, normalmente se generaliza en estos comentarios, lo sufro como propio y fastidia bastante. Carod Rovira no pude servir de excusa para vilipendiar a todo un colectivo por el simple hecho de que algunos tengan unas ideas distintas a las de otros. Respeto, esa es la palabra clave. Mas de uno tendría que mirarse el diccionario y buscarla para grabarse a fuego su significado.
Resulta doloroso vivir lejos de la tierra que te vió nacer. Se añora muchísimo y cuando vuelves en alguna ocasión, ya sea de vacaciones o por un viaje corto, las sensaciones de bienestar son indescriptibles. Solo quien las vive puede saber de que estoy hablando. Por tu cuerpo recorre una sensación de felicidad infinita desde el mismo momento que pisas suelo granadino. Llevas una sonrisa interior hasta en la mas ínfima de las células. La cara es fiel reflejo de esa felicidad y tienes la sensación que todo el mundo te mira por ello, pero te da igual, son tus paisanos. Ni siquiera aquellos que te miran con desidia ensombrecen la estancia en tu pueblo o ciudad. Esta alegría no te abandona hasta que emprendes el camino de vuelta a casa.
En mi caso en particular, he vivido el rechazo, sobre todo los primeros años cuando volvía a mi pueblo. Supongo que es mas común estas situaciones en pueblos pequeños y que en la gran ciudad, debido a la envergadura de gentes, la situación es mas llevadera. Personalmente, he tenido la suerte de voltear la situación y desde que presido la Peña futbolística del Granada CF en Barcelona, he podido disfrutar de visitas a mi ciudad verdaderamente placenteras, llenas de gozo y satisfacción plena. Ojalá fuera siempre asi para todos los que sufrimos lejos de Granada.
El titulo de este blog es una declaracion de intenciones.En ningun caso pretendo enseñar nada a nadie, tan solo deseo expresar lo que considero una cualidad esencial en nuestras vidas, como es el estar en continuo aprendizaje. No existe la verdad absoluta y si el respeto y la tolerancia hacia quienes de forma acertada o equivocada, opinan de forma distinta a nosotros. LAS ALEGRIAS COMPARTIDAS SON MAS GRANDES Y LAS PENAS MAS LLEVADERAS
jueves, 27 de marzo de 2008
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